Dejad que os cuente la historia del último dragón. Las viejas leyendas, oídas por los abuelos de los abuelos de los viejos del lugar, cuentan que habitó una enorme torre abandonada hasta el final de sus días. Pero, ¿sabéis acaso por qué se marchó a ese lugar? Huyó allí tras la Guerra de los Dragones, un triste conflicto que destruyó el mundo tal y como se conocía muchos años antes de que el primer hombre diera su primer paso sobre estas tierras.
Los cuentos dicen que el dragón lloró cada noche la perdida de su especie. Lloró tanto, que sus lagrimas se convirtieron en un gran lago que inundó el valle y le aisló, más aún si cabe, del mundo exterior. Pero no era un lago corriente, no. Como sabréis, los dragones tienen fuego en su interior. Y sus lágrimas salían tan calientes que provocaron una densa niebla que ocultó la torre y a su último habitante. El dragón gimió y lloró durante siglos hasta que sus escamas se hicieron una con la piedra de la fortaleza, hasta que sus colmillos y garras se secaron y cayeron, hasta que sus ganas de vivir perdieron la batalla frente a la desesperación de ser el último de los suyos. Su cuerpo se volvió de roca y, aun así, el último de los dragones siguió llorando y gimiendo. Dicen que quien pudo oír sus lamentos reconoció el dolor de la canción, una bella melodía sobre la perdida, el sufrimiento y el amor que hacía llorar hasta a las rocas.
Incontables eones después, la última canción de los dragones terminó y, desde entonces, ni un solo sonido trastorna la quietud de ese lago. No hay ser vivo, fuerza de la naturaleza o espíritu que se atreva a romper ese mortal silencio, la última fase del duelo del dragón.
Hoy nadie sabe si la bestia sigue viva o se convirtió, para siempre, en roca. Quienes se han acercado no han podido traspasar la niebla con la vista y ningún barco ha podido surcar la superficie del lago
pues su temperatura es tal que hace arder la madera como si fuera fuego. La propia niebla es tan cálida que no se puede aguantar más que unos minutos en los alrededores. Los más valientes, que aseguran haberse acercado hasta el valle, cuentan que, algunas noches, se puede ver durante un instante un brillo que viene del interior del lago, como una estrella cuyo fulgor atraviesa hasta la espesa niebla. Aseguran que es uno de los ojos del dragón que se abre para ver si el mundo ha llegado a su fin. Una vez hecho, la estrella desaparece, el ojo vuelve a cerrarse.
Esta es la historia del último dragón. Criatura mágica donde la haya que, una vez fue libre y feliz entre los suyos, y ahora sufre penitente los pecados de su raza y los suyos propios para toda la eternidad. Quizás, algún día, el resto de dragones, que habitan entre las estrellas, vengan a llevarle con ellos y así reunirse por fin. Se dice que cuando ese día llegue, la última canción de los dragones se oirá por última vez.
Ilustración y Texto: Ángel García Ropero