…debemos potenciar la importancia de las bibliotecas,
porque son los espacios en los que nos armamos
contra la ignorancia.
Ahmed Mahmud,
en la web de Sahara Bubisher
Esta entrevista-reseña pretende ser un homenaje a los libros, a la lectura y a todas las personas que ven en ella un camino para mejorar la vida de otras personas.
Queremos, en primer lugar, dar visibilidad al libro Arena y Agua, que ha sido publicado bajo el auspicio de Sahara Bubisher, una ONG que trabaja hace ya bastantes años para llevar bibliotecas e historias maravillosas para soñar y compartir a los campamentos de refugiados en el Sahara. Al principio, fueron bibliotecas móviles, instaladas en camiones y autobuses que se desplazaban de un campamento a otro. Luego, con el tiempo, se levantaron bibliotecas estables y, ahora, como quien alcanza un sueño, se va a construir la quinta biblioteca en El Aaiun para dotar al último campamento que aún no contaba con un espacio propio para la lectura y la convivencia.
Incluimos también una entrevista a Gonzalo Moure Trenor, cofundador de esta ONG, activista incansable de la lectura y autor de muchos títulos, conocidos y disfrutados por todos los amantes de la literatura infantil y juvenil.
LAS BIBLIOTECAS Y LA VIDA DE LAS COMUNIDADES
Existen un gran número de artículos y estudios sobre el impacto de las bibliotecas en las comunidades en las que se asientan. La biblioteca se convierte, en muchas ocasiones, en el alma del barrio o la localidad y en un espacio para convivir y compartir. La lectura abre las mentes y enriquece pensamientos y todas las actividades en torno a ella, hacen crecer a los individuos y a las colectividades.
Estos son algunos de los datos dignos de tenerse en cuenta:
En 2014, el Arts Council England encargó a Simetrica llevar a cabo un estudio para definir los beneficios de las bibliotecas públicas en el bienestar social y en la salud de sus usuarios. El análisis de los datos extraídos de las dos mil encuestas realizadas pone de manifiesto que el uso de la biblioteca se asocia con el bienestar, con un mayor nivel de satisfacción en la vida y con un mayor grado de felicidad. Los resultados sugieren que las bibliotecas tienen un impacto positivo importante en la calidad de vida y en la salud de sus usuarios.
Tenemos argumentos más que de sobra para asegurar que, con sus bibliotecas, Sahara Bubisher ha mejorado de forma notable la vida de muchas personas. Gonzalo Moure, en la entrevista que incluimos a continuación, nos acercará al trabajo de esta organización y hará una valoración de lo que ha supuesto su presencia en estos campamentos.
ENTREVISTA A GONZALO MOURE
LOLA: Buenas tardes, Gonzalo. Muchas gracias por dedicarnos tu tiempo. En primer lugar quisiéramos saber qué es para ti una biblioteca y para qué “sirve”.
GONZALO: Una biblioteca, cualquiera, es el mapa de la humanidad, de su desarrollo, algo así como el matraz del experimento continuo del ser humano buscando su razón de ser, sus sueños y sus deseos. Ningún usuario de una biblioteca leerá nunca todos sus libros, pero podría leerlos. Cada uno busca respuestas a preguntas distintas, y si entre todos los que escribieron esos libros lograron trazar un mapa de todo lo que somos, entre todos los lectores se interpreta ese mismo mapa. Por eso la palabra biblioteca está asociada a la idea de colectividad, en el centro de la simetría humana: lo que fuimos, lo que somos, lo que podemos ser, o lo que aspiramos a ser. La historia se desplaza continuamente, pero en el centro de la historia está, siempre, la biblioteca.
LOLA: Es una reflexión preciosa sobre la esencia de las bibliotecas. Y, ahora, cuéntame, desde dentro, cómo fue tomando forma la idea de crear esta asociación.
GONZALO: Bubisher tiene una doble biografía: una más intelectual, y otra mucho más cotidiana, sometida al azar de la vida, al acierto y al error. En el inicio está todo lo dicho antes: sin biblioteca, se carece de ese centro de la historia. Ricardo Gómez y yo dedicábamos mucho tiempo a la lucha por los derechos del pueblo saharaui, sobre todo el de recuperar su propia tierra. Pero llegó un momento en el que nos dimos cuenta de que nuestra mejor contribución, como intelectuales, tenía que ir en esa dirección. Conocíamos muy bien el atraso del sistema educativo saharaui (prodigioso, por otra parte, porque desde el minuto cero de la historia de su exilio la enseñanza fue prioritaria, y fue enfocada como laica, universal, gratuita, y sin separación de sexos). Pero atrasada en métodos cotidianos, y con una carencia sustancial: libros en los que poner a prueba sus conocimientos, libros para acompañar el crecimiento personal de sus alumnos. Y ahí entra el azar. Un niño de un colegio gallego en el que la solidaridad era parte sustancial de su formación, sugirió la idea de llevar un bibliobús para paliar esa carencia en la vida de los niños exiliados de Tinduf. Y ellos mismos nos dieron la clave de lo que finalmente ha sido sustancial en nuestra pequeña historia: fueron los propios compañeros de aquel niño los que de modo emocionante, ahorraron una pequeña cantidad de su paga semanal para, al final del curso, darnos 3.000 euros con los que teníamos que poner en marcha el proyecto. Y aquel dinero quemaba en nuestro bolsillo, era una forma de compromiso. Así logramos llevar el primer bibliobús, el Bubisher original, con 1600 libros nuevos, y empezamos a trabajar. Aprendiendo de los errores, perfeccionando el proyecto.
LOLA: ¿Quiénes os ayudaron a poner en pie esta iniciativa?
GONZALO: Aunque parezca una paradoja, porque todos los libros iniciales estaban en castellano, el gobierno vasco, que nos donó un camión usado que fue transformado en biblioteca rodante por miembros de la asociación de amigos del Sáhara de Vitoria. Y después, la casi totalidad de las editoriales más importantes, que nos donaron los libros que nosotros mismos les pedimos: no libros que les sobraban, sino los libros que necesitábamos. Y después, otros colegios e institutos, que siguiendo el ejemplo del San Narciso de Marín, fueron aportando los fondos necesarios para su viaje, mantenimiento y, posteriormente, para la construcción de bibliotecas fijas. Nada de eso ha sido subvencionado, aunque hemos recibido donativos de ayuntamientos como los de de Fraga, Coslada o Lérida, asociaciones y particulares. Y todos y cada uno de los doscientos españoles que hemos viajado para formar al personal saharaui y trabajar con ellos, nos pagamos el viaje y la manutención. Cuando un niño español aporta un euro, obtenido con su trabajo solidario, podemos decir con mucho orgullo que cien de los cien céntimos de ese euro van a parar a sueldos de los bibliotecarios, combustible, compra de libros y muebles, y construcción de nuevas bibliotecas. Y, ahora, a la creación de bibliotecas en las escuelas, y, puntualmente, a la reconstrucción de escuelas y guarderías, derrumbadas por las inundaciones.
LOLA: ¿Y por qué crear bibliotecas precisamente en los campamentos saharauis?
GONZALO. Es muy sencillo. Creemos que la biblioteca es parte del derecho más elemental del ser humano: la lectura, como vehículo del conocimiento, y por tanto de la libertad. Es decir, ¿por qué no usar toda nuestra energía aquí, en España, o por qué no en un país poco desarrollado, por ejemplo de América? Pues porque aquí vivimos en un estado de derecho, pagamos nuestros impuestos para que haya escuelas, hospitales y… bibliotecas. Y esos estados americanos también tienen que luchar por esas dotaciones. Pero los campamentos de refugiados no tienen impuestos, solo una ayuda internacional cada vez más escasa, que apenas llega para mantenerles con vida, y que milagrosamente logra que haya educación para todos. Las bibliotecas quedan fuera de sus posibilidades, por lo que la aportación del Bubisher logra normalizar la vida de sus niños y jóvenes, poniendo a su disposición bibliotecas, libros, actividades culturales. Y no podemos olvidar que el Sáhara es aún nuestra responsabilidad histórica, y que su exilio de cuarenta y tres años (tres generaciones han nacido ya en los campamentos) es en gran medida culpa nuestra, o de nuestros gobiernos. Bubisher es una respuesta civil a la inacción de nuestros gobiernos, aquí, y una contribución al equilibrio cultural de su población, allí.
LOLA: Sin duda contribuye a pagar una deuda histórica. ¿Cómo orientasteis las actividades de la asociación al comienzo, en 2008 y cómo han ido evolucionando a lo largo de estos años? Es decir, ¿qué habéis aprendido desde su fundación?
GONZALO: Es cierto, hay una enorme diferencia entre lo que iniciamos en 2008 y lo que hoy es el Bubisher. En el primer año éramos los propios españoles los que íbamos en el bibliobús, a las escuelas por la mañana, y a los barrios por la tarde, con la sola ayuda de un conductor saharaui. Pero pronto fueron algunas chicas saharauis las que quisieron trabajar voluntariamente en el bibliobús, y nos hicieron comprender que eran ellas, con nuestra ayuda, las que tenían que hacer el trabajo, y no al revés. Ya en el segundo año teníamos dos monitoras contratadas, y nuestra aportación era formarlas en técnicas de animación, y ayudarlas en su trabajo diario. Ahora, aquellas dos maestras, Memona y Daryalha, se han convertido en más de veinte bibliitecarias y bibliotecarios, y seguimos creciendo. Nuestro trabajo está cada vez más aquí, porque nuestros bibliotecarios y monitores saharauis ya trabajan por sí solos con suficiencia, recibiendo cursos de formación continua desde aquí y desde allí mismo. Entendemos que lo que hacemos en nuestros propios centros escolares, enseñándoles la fuerza la solidaridad, haciendo posible que, por ejemplo, la biblioteca de Bojador fuera construida gracias al trabajo solidario de los alumnos de un colegio de Coslada. Un orgullo para ellos, una enseñanza inolvidable.
Y esas, las bibliotecas fijas, fueron el otro gran avance del Bubisher. Pronto comprendimos que el bibliobús, sin local fijo, estaba cojo. Ahora, gran parte de nuestra actividad se desarrolla en ellas, y en muchos casos hay que cerrar la puerta, porque literalmente no caben ya más usuarios. Ya son cuatro, y aspiramos a tener cinco, en los cinco campamentos, para que todos los refugiados tengan una biblioteca cerca.
LOLA: Los habitantes de los campamentos son refugiados y sufren un claro desarraigo. ¿Creéis que las bibliotecas se pueden convertir (o se han convertido ya) en un referente para ellos?
GONZALO: Sí, sin duda. Hay algo que merece la pena comentar: la cultura saharaui es una cultural oral, transmitida de padres a hijos. Y eso fue realidad hasta la irrupción de la televisión, hace veinte años, y más ahora con las nuevas tecnologías. De manera que ese lazo ancestral con su propia cultura se está rompiendo diariamente. Ya no es habitual que los padres y los abuelos cuenten historias y reciten poesías a sus hijos y nietos. Y eso es muy grave, y por eso las bibliotecas y el hábito de la lectura son imprescindibles para garantizar el acceso de los más jóvenes a su propia cultura, y a la cultura universal. En una sola generación, queremos contribuir a que su cultura no sea enterrada en los cementerios, y a que se asomen a un mundo globalizado, plural.
LOLA: Explícame qué tipo de actividades se llevan a cabo en las bibliotecas, con niños y con adultos. Me interesa particularmente comprender cómo la biblioteca puede influir en la mejora de las condiciones de vida de colectivos como mujeres de mediana edad, niños pequeños, adolescentes…
GONZALO: Entre los adultos es mucho más difícil, aunque lo intentamos. No tienen costumbre de biblioteca, ni siquiera de lectura, y menos aún de actividades colectivas como charlas, conferencias o clubes de lectura. Los niños, por naturaleza, son mucho más dúctiles, y por eso se incorporan a todo eso con fluidez, encantados. Con ellos es muy fácil contar cuentos, proponer actividades de escritura, dibujo, manualidades, teatro, talleres de poesía, de fotografía o de cine. Tenemos muchos clubes de lectura que, pese a las dificultades de un medio tan duro, desarrollan una buena actividad. Van creciendo en la lectura y la escritura, preparándose para enfrentarse a la decisión de estudiar una carrera (donde pueden, actualmente casi exclusivamente en Argelia). Con los adultos trabajamos en noches de tertulia, pequeños cursos de español, charlas sobre sexualidad o salud, incluso cocina, para ir habituándoles al uso de la biblioteca. Pero reconocemos que aquí avanzamos con mucha más lentitud, porque para eso necesitaríamos contratar mucho más personal, formarlo, etc. Poco a poco vamos incrementando nuestra financiación, mediante socios y actividades, pero es muy costoso, y basado en trabajo voluntario aquí, en nuestro país, y hasta que no acabemos las cinco bibliotecas no nos podemos plantear (aún) esas nuevas contrataciones.
LOLA: En la línea de lo anterior, imagino que la biblioteca se convierte en un espacio de encuentro que tiene una clara influencia en la mejora de las relaciones entre las personas. ¿Podrías contar alguna anécdota o historia que ilustre esta idea?
GONZALO: Sí, hay muchas, y muy ricas. En una ocasión, con el club de lectura de un barrio, Mahbes, trabajábamos la poesía semanalmente. Eran preciosas reuniones, en las que siempre escribíamos un poema colectivo, o leíamos en voz alta sus propias creaciones. Entre los veinte miembros del club había uno con cierto retraso mental, que se limitaba a asistir, sonreír, y nunca aportaba nada. Pero un día no dábamos con el último verso de un poema colectivo. Ellos adoraban a José Agustín Goytisolo y a García Lorca. Entonces les propuse, como un juego, que llamáramos a Federico, para que bajara a echarnos una mano. Y nos pusimos a gritar: ¡Fe-de-ri-cooooo! Todos juntos. Estábamos felices, pero aún secos, cuando el niño del retraso levantó la mano y dijo: “Ya lo sé, el verso puede ser “como peces reflejados en la luna”. Y lo era, era perfecto, el cierre lorquiano que el poema necesitaba. Hubo un antes y un después para aquel niño, después del “soplo” de Federico en su oído…
LOLA: Es casi mágico. Ahora, me gustaría conocer, si fuera posible, qué “rentabilidad” se obtiene de una iniciativa como esta, desde el punto de vista personal, social, cultural…
GONZALO: Creo que hay pocas cosas más gratificantes que cambiar la realidad. Y aunque modestamente, la estamos cambiando. Todos, diría que sin excepción, hemos aprendido muchísimo, hemos sido muy felices trabajando allí, con ellos, y queremos seguir siéndolo. Somos casi doscientos socios (os invito a asociaros a través de la página web, bubisher.org), y una docena de personas las que trabajamos diariamente, de manera completamente voluntaria, para que el proyecto funcione y se financie. Viajes, correos, reuniones, preparación de actividades… Y merece la pena ver tanto fruto. Insisto, no solo por lo que hacemos en los campamentos, sino también por lo que hacemos aquí. Por supuesto, esto último es mucho más insignificante en un país de cuarenta millones, teniendo en cuenta que ellos son apenas más de veinte veces menos habitantes. Pero los colegios e institutos en los que hemos trabajado la solidaridad hemos contribuido, humildemente, a formar una generación generosa y solidaria. Allí, ya hay una generación del Bubisher. Lejos de los focos y las cámaras, modesta, claro, porque nuestros medios son escasos. Pero no hace mucho una chica saharaui, ya adulta, nos escribía para decirnos que los mejores recuerdos de su vida estaban ligados al Bubisher, cantando en el camión, de camino a la biblioteca de Smara, nuestra canción, Mano con mano. Solo por eso, ya habría merecido la pena tanto esfuerzo.
LOLA: ¿Y cuáles han sido vuestros sueños más hermosos que se han ido haciendo realidad?
GONZALO: Una vez, hace algunos cursos ya, soñamos que la edición de libros podría ayudar a la financiación del proyecto. Ayudar. Pero la realidad ha ido mucho más allá. Empezamos con un libro de poesía del poeta saharaui Limam Boisha, Ritos de jaima, un libro precioso prologado por Javier Reverte. Y su difusión fue estupenda, incluso con traducciones fuera de nuestras fronteras. Pero la idea de una niña de la biblioteca de Smara de escribir un libro ellos mismos fue clave: de aquella idea surgió El niño de luz de plata, cuyo argumento completo elaboraron los niños del Club de Lectura del barrio de Farsía. Lo editamos con la ayuda de la editorial Edelvives, y ya vamos por seis mil ejemplares, en tres ediciones, y con el dinero obtenido financiamos la construcción de la cuarta biblioteca, en Dajla. Ahora acabamos de editar el segundo de esta serie, Arena y Agua, dirigido por Mónica Rodríguez, pero surgido de la mente de niños de un colegio de Madrid, una parte, y de la de niños de la bibloteca de Smara la otra. Con él esperamos poder construir la biblioteca de El Aaiun, llegando por fin a tener una biblioteca en los cinco campamentos. La idea nos parece perfecta y simétrica: libros escritos por ellos, para que todos ellos dispongan de una biblioteca viva. Ambos libros se pueden obtener en la dirección pseguratorres@hotmail.com. El precio de cada uno es de 10 euros + gastos de envío. Las ediciones son preciosas, en texto bilingüe español/árabe, y muchos colegios los están escogiendo como lectura literaria y solidaria.
Ahora, nos toca a nosotros. Animamos a nuestros lectores a embarcarse con Sahara Bubisher en esta maravillosa aventura de compartir libros, bibliotecas y solidaridad con los campamentos de El Sahara.
Mil gracias, Gonzalo, y nuestros mejores deseos para que puedas seguir creando sueños y cumpliéndolos.