Mira que tengo imaginación, pero no me era fácil comprender a lo que se referían mis amigos cuando me explicaban que el encanto de Lisboa radicaba en su decadencia como supongo que no lo entenderá quien lea este artículo y no haya caminado por sus calles por el mero placer de contemplar las fachadas de azulejo de sus edificios y de mezclarte con la heterogénea población. Un verdadero crisol de nacionalidades (¿no comienza a estar muy manida la palabra crisol?).
Al que esté planeando viajar a Lisboa no le recomiendo que marque monumentos, museos y castillos que visitar en el típico mapa que te facilitan en las oficinas de turismo para luego correr como locos de un lado a otro. Ese es el trabajo del turista que no va a descubrir todo el encanto que ofrece la ciudad. No digo con esto que no se visiten monumentos (aunque yo me hubiera ahorrado el dinero de entrar en alguno), sino que bajen el ritmo de su corazón y de sus pasos y que se llenen los pulmones de Lisboa. Este es el lugar ideal para el escritor y el poeta que disfrutará de los miradores y de callejear por Bairro Alto, Alfama o Chiado sin precipitación tanto como de la visita a cualquiera de los museos de la amplia oferta de la que dispondrán.
Los escritores no son místicos ascetas y también recomiendo descubrir la noche de Lisboa. Caminando por Bairro Alto se encuentran los restaurantes y bares de copas más pintorescos. Se puede cenar bien en cualquiera de los restaurantes de la zona, disfrutar de un espectáculo de fados y perderse después (bebiendo con moderación) por estas calles llenas de gente a partir de las doce de la noche y hasta eso de las cuatro de la mañana en que los bares comienzan a cerrar.
El barrio de Chiado es una de las zonas comerciales de Lisboa. ¡Qué gran envidia me dio la cantidad de librerías que hay allí! En la calle Garret se encuentra la librería más antigua del mundo. Al menos la más antigua de las que aún están en funcionamiento, o al menos así lo acredita un cartelito que tienen colgado en una de las paredes y que asegura que en 2010 entraron en el libro Guiness de los Records.
La librería Bertrand fue fundada en 1732. Se estableció originalmente en la calle Loreto, pero tras el terremoto de Lisboa (en el que fue destruida), se trasladó a su actual emplazamiento de la calle Garret. En el siglo XIX se organizaban animadas tertulias en el local.
En este local de la calle Garret tienen 5 salas y entre sus preciosas estanterías de madera cuenta con los libros más vendidos de autores tanto portugueses como internacionales entre los que me sorprendió encontrar multitud de libros de autores españoles con portadas diferentes a las que conocía. La cadena ha abierto otras cincuenta tiendas más en Portugal y una decena en España.
Como parte del aliciente de pasear por estas calles está la de curiosear en los establecimientos clásicos y también los más vanguardistas. Las librerías y barberías con barras de bar en las que realizar dos actividades al mismo tiempo aparentemente tan alejadas la una de la otra. Recomiendo acercarse también a Ler Devagar que en algunas páginas web es considerada una de las librerías más bonitas del mundo.
FERNANDO PESSOA
La sombra del poeta Fernando Pessoa cubre toda la ciudad. He visto citas de Pessoa en placas, manteles y sobres de azúcar. Está muy presente en la librería Bertrand de la que os acabo de hablar donde se vende una guía de viajes por la ciudad con una visión muy literaria escrita por él en portugués e inglés. Yo les recomendaría que la publicaran en castellano porque el porcentaje de turistas españoles es muy alto y el libro tiene una pinta excelente.
Otra visita obligada es el café O Brasileira con la estatua de Fernando Pessoa en la puerta junto a la que todo lector-turista se hace fotos. En la misma calle Garret, a solo unos pasos de la librería Bertrand. Fue inaugurado en 1905 y está decorada de forma que te introduce en esos tiempos. Una puerta perdida del ministerio y una parada típica para turistas, así como una nueva oportunidad para que le den un sablazo a tu cartera por un café con leche y un pastel de nata.
Después de repasar el artículo estoy convencido de no haber sabido transmitir el encanto decadente de Lisboa y que quien no la conozca tendrá la misma extrañeza que yo tenía de que en la decadencia de la ciudad radicara su encanto. El de los tranvías, los elevadores, las librerías antiguas, las tiendas de velas, las barberías y las cafeterías bohemias. Al menos espero haber transmitido algo de esa magia que deja sabor rancio y familiar en la boca de recordarla y que mires una “pensao” económica para el próximo puente.